Cómo siempre todo depende del punto dónde lo mires, pero, en mi experiencia con las notificaciones creo que muchas veces les tengo miedo.
Soy tan insegura respecto a muchas cosas que muchas veces prefiero no enterarme de mucho.

Me da miedo cuando mi celular suena constantemente porque usualmente son emergencias, las notificaciones de redes sociales son informes de la vida de los demás u opiniones de los demás sobre mi vida y no soy muy fan de eso. Las notificaciones del banco me hacen recordar todas mis responsabilidades y me recuerdan que debo seguir persiguiendo la chuleta.

Las únicas notificaciones que me hacen feliz son los mensajes de mi abuela mal escritos deseándome un buen día. La persona más ajena a las notificaciones es la que más me llena el corazón.










La mejor notificación que pude recibir este año fue al momento de saber que había conseguido el trabajo por el que me senté más de una semana frente a la computadora y que fumé más de dos cajetillas esa semana. Me enfrenté a algo completamente nuevo, a una rama del diseño a la que le tenía pavor y me quedé, me probé a misma que podía enfrentarme a algo desconocido y aún así lograrlo.